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 Sent: Sunday, January 15, 2006 10:32 AM
 Subject: OLLANTA, EVO Y HUGOCHAVEZ EN EL ESCENARIO
OLLANTA, EVO Y  HUGO CHAVEZ
                                                        Por GUSTAVO ESPINOZA M. (*)
 Recientemente el  escenario electoral peruano fue sacudido por un violento sismo cuyo epicentro  estuvo en Caracas. Allí, el Comandante Hugo Chávez, al recibir formalmente al  nuevo Presidente de Venezuela Evo Morales, presentó al candidato presidencial  del reciente Partido Nacionalista Ollanta Humala Tasso, saludándolo como un  patriota y deseándole mucha suerte para la confrontación que se avecina en el  país.
 La repercusión del  hecho fue inmediata. Los medios de comunicación hablaron de un nuevo eje  latinoamericano: Caracas-La Paz-Lima, y lo situaron bajo el padrinazgo de  Fidel Castro. La Clase Dominante tembló espantada y el gobierno de Toledo llamó  a consulta a su embajador en la capital bolivariana abriendo la puerta a una  controversia de orden diplomático. Después vino una secuela aún mayor, que aún  no ha concluido y que se orienta a un objetivo muy definido: romper las  relaciones diplomáticas entre nuestros países como un paso para aislar a  Venezuela y golpearla mejor.
 Las comparaciones,  por parte de los medios de comunicación peruanos, no se hicieron esperar.  Ollanta Humala es el Hugo Chávez peruano, dijeron unos.  Ollanta Humala por la ruta de Evo Morales, aseguraron otros.  Todos, tras la huella de Fidel, dijeron los demás.  Especulaciones, sin duda, pero que diseñaron temores, sospechas y también  infundadas relaciones entre procesos distintos.
 Evo Morales, a  diferencia de Humala, es un líder social de reconocida ejecutoria. Fue dirigente  sindical, campesino y cocalero, diputado, y candidato a la Presidencia de su  país, dirigente de un Partido de perfiles claros y tendencias definidas,  identificado con un derrotero socialista. Ollanta, por su parte, es un caudillo  nuevo salido de los cuarteles, cuya única experiencia social ha sido la relación  con un destacamento de 220 soldados, que rehusa definiciones de orden político o  ideológico. Ambos pueden tener algunas coincidencias en el plano de sus visiones  nacionales, pero están lejos de implicar la misma receta para los  pueblos.
 Algo parecido puede  asegurarse con relación a Hugo Chávez. Ollanta tiene similitudes, en efecto, con  el Hugo Chávez de 1992, que emergió a la arena política de su país como un  nacionalista, un patriota y un bolivariano empeñado en transformar su país; pero  el Chávez del 92 ha evolucionado. Ahora es otro. Es un internacionalista,   tiene una visión continental de la política y  promueve un accionar  revolucionario en un plano muy alto y lo alienta de manera  coherente.
 Ocurre, sin duda, que  el escenario latinoamericano puede juntar distintas vertientes que hagan  resistencia a la dominación imperialista o se opongan a ella; que coincidan en  criticar la voracidad de los monopolios o, incluso, la inequidad del modelo  neoliberal y sus prácticas lesivas a los derechos de pueblos y naciones. Estas  fuerzas pueden sumar, pero no son necesariamente iguales ni tienen lazos en  común lo suficientemente sólidos.
 Ollanta Humala no  salió como Palas Atenea de la cabeza de Júpiter tronante, acabadito y compuesto.  Es una figura en proceso de formación y decantación, que ha atravesado en corto  tiempo diversas estaciones, y que aún no tienen un final  preconcebido.
 Hoy ha llegado a su  punto más alto en la consideración ciudadana y aparece sentado en una cúspide  que tiene dos vertientes. Si se inclina a un lado, puede seguir el derrotero del  Chávez del 92 y crecer como creció el líder venezolano. Pero si se inclina al  otro, puede caer en el descrédito, como ocurrió con Lucio Gutiérrez, otro  militar que tuvo su cuarto de hora en el vecino Ecuador. Eso dependerá de su  consistencia personal, de su formación humana, de sus propios valores y  principios. 
 Para saber su  derrotero futuro, habrá que seguir con tiento sus pasos. Por de pronto Ollanta  busca eludir compromisos de fondo con el movimiento popular y detesta como  dice- verse encasillado en una terminología antigua (derecha, o izquierda).  Por ahora, prefiere situarse con referencia a dos polos: la globalización y el  nacionalismo.
 No han sido  definiciones ambiguas, sin embargo, las que lo llevaron al fracaso en sus  tratativas con la Izquierda Oficial peruana. No hubo, con ellas, debate en torno  a posiciones de principio, o programa. Apenas cartas formales y respuestas  tajantes: Humala no quiso cambiar su fórmula presidencial y apenas nos ofreció  cinco puestos en la lista parlamentaria, dijeron los voceros de las fuerzas  convocadas. 5 puestos de un total de 120 congresistas, le pareció demasiado poco  a una izquierda que probablemente llegue debajo las 4% en la votación, perdiendo  así su misma inscripción.
 No puede atribuirse  sólo a unos, o a otro, la responsabilidad total del fracaso en estas nuevas  tratativas. La responsabilidad la tienen las personas, por cierto, pero sobre  todo la visión electoral que se le dio a la tentativa de acuerdo, cuando lo que  debió buscarse, y alentarse, fue la afirmación de un acuerdo político que  permita una acción común, independiente de los resultados electorales. Así  podría no haberse llegado a un pacto de votos, pero se habría ganado una  decisión de masas para una lucha definida. No basta, entonces, encontrar  coincidencias personales ni cupos electorales. Es necesario asegurar un camino  similar con objetivos definidos 
 Ollanta Humala no es  Evo Morales del mismo modo que tampoco puede comparársele con el Hugo Chávez de  nuestro tiempo. Pero los pueblos de Perú, Bolivia, Venezuela -y otros- tienen  similares objetivos y los mismos problemas que los agobian. Es eso lo que no hay  que perder de vista. (fin)
 (*) Del Colectivo de  Dirección de Nuestra Bandera
  
 
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