Por Gustavo Espinoza M. (*)
Uno de los capitostes del fujimorato, el general del Ejército Peruano Víctor Malca Villanueva, buscado por los organismos judiciales de diversos países en los últimos años, fue finalmente ubicado en los Estados Unidos, en el Estado de Maryland donde, al parecer, disfrutaba secretamente de jugosas sumas del dinero que hurtó entre 1990 y el año 2002 a la sombra del poder del hoy reo en cárcel Alberto Fujimori Fujimori.
Malca, como se recuerda, fue Ministro de Defensa y Ministro del Interior, en su momento y fue también uno de los “pesos pesados” del régimen más corrupto que conoció el Perú en el siglo pasado. En el año 2001, las autoridades descubrieron que disponía de una cuenta de seis millones de dólares, además de otra de diez millones ubicada en la banca del exterior.
Pero como no todo es pera en dulce, el requerido por la justicia, no fue personalmente ubicado, ni detenido. Pudo ponerse a buen recaudo, probablemente alertado por los mismos que debieron capturarlo, con lo que se confirmó que, en torno al tema, la impunidad galopa.
Y algo parecido ocurre, sin duda en diversos otros casos en los que, procesados por los mismos delitos, han alcanzado su libertad o están en disposición de lograrla, sin que hayan pagado sus culpas.
Víctor Joy Way, por ejemplo, ministro y parlamentario en su momento, goza de la más amplia libertad, aunque no devolvió un centavo de lo que le fue descubierto cuando, de común acuerdo con su esposa, abrió cuentas en el exterior depositando en ellas gruesas sumas de dinero.
Y Ernesto Schutz, el propietario del Canal 5 de la TV, ni se diga. Vive en la paradisiaca Suiza y baja en las tardes, probablemente, a ver la caída del sol en las aguas del lago Leman. Sus socios de aventura –los Crousillat- afrontan algunos problemas aunque el mayor de ellos -el dueño del canal 4- goza de una prisión dorada: desde hace más de seis meses vive internado en una clínica privada en nuestra capital, arguyendo “riesgos de salud”.
Ambos -verdaderos “Zares” de la Televisión peruana- se vendieron ostentosamente al régimen de entonces y recibieron millones de dólares en “la salita del SIN” sin vergüenza alguna.
Y nadie les habría podido enrostrar nada sino hubieses aparecido los famosos “vladivideos”, que desenmascararon a lo más graneado de la “clase dominante”, desde Dionisio Romero hasta los líderes de la CONFIEP, la organización representativa de los grandes empresarios.
Los ministros, los empresarios y los militares robaron a manos llenas el dinero del país. Pero tuvieron la suerte de ser defendidos y protegidos hasta el fin por una pléyade de funcionarios corruptos que sacaron la cara por ellos como si fueran partícipes -y a lo mejor lo fueron- de los latrocinios de toda monta.
Ese fue el caso del núcleo de parlamentarios en el que destacó un quinteto de polendas: Marta Chávez, Luz Salgado, Carmen Lozada, Luisa María Cuculiza y Martha Hildebrandt, la que hoy -para que se mueran de risa todos- fue elegida nada menos que Presidenta de la Comisión de Etica del Congreso de la República. El mismo Congreso, claro, que tiene entre sus integrantes al hermano del dictador -Santiago- y a la hija, Keiko, que jugó el papel de “Primera Dama” entre 1995 y el 2005.
Ni los antiguos ni los actuales congresistas del fujimorato, fueron acusados por los delitos que cometieron. En unos casos se les procesó por causas menores y en otros simplemente se les exculpó con ligereza cómplice para que no sufrieran los rigores del presidio. Se podían quebrar.
La bancada parlamentaria actual es, como lo dijo certeramente ya un analista político, una bancada patrimonial. Allí están el hermano, la hija, el abogado, el empleado, el médico de cabecera, y hasta el músico, orquestados todos en la defensa del patrimonio de la familia.
Y la hija -Keiko- es ciertamente la peor de todas, y la más peligrosa porque ahora se le patrocina como “candidata presidencial” para el 2011 con el apoyo del APRA. Y nadie duda que en una hipotética “segunda vuelta” entre ella y Ollanta Humala -por ejemplo- reciba el voto aluvional de todo los empresariado y el respaldo activo de los más diversos estamentos de la Clase Dominante y sus organizaciones políticas, comenzando por el Partido de García.
Keiko fue convertida -cuando tenía apenas 19 años- en la Primera Dama de la Nación, lo que le permitió disponer de onerosos recursos, pero también hacer una experiencia de gestión que hoy le resulta utilísima.
Susana Higuschi, la madre, dijo que ella era “el diablo”. Y no le faltó razón. En 1993, Susana fue detenida y torturada. Fue confinada en un lóbrego calabozo ubicado en “El Pentagonito”, donde recibió descargas eléctricas, y luego emparedada en Palacio de Gobierno desde donde tuvo que huir para salvar su vida.
Cuando eso ocurrió, Susana denunció el hecho y fue tildada de “loca”, por su marido, el Presidente, y por su hija Keiko, que se apresuró a reemplazarla y ocupar su lugar en la gestión del Estado. Años después, entre el 2001 y el 2006, Susana fue congresista y demostró que estaba en sus cabales, pero jamás fue reconocida por quienes -siendo sus familiares más directos- abusaron perversamente de ella.
Keiko goza ahora de la más amplia cobertura de prensa. Es estrella de la radio y la televisión peruana. Y la prensa escrita la entrevista cada día para que adelante “su programa de gobierno”. Ella sonríe y dice simplemente que pondrá en libertad a su papá porque “es inocente”.
En este escenario, el Presidente García se muestra optimista haciendo uso de la lógica de Voltaire: es decir, tiene la manía de asegurar que todo va bien, cuando todo va mal.
Como lo dijimos recientemente en las páginas de Nuestra Bandera hoy el Perú es escenario de un proceso muy extraño.
Como las siete plagas de Egipto, del pandero aprista asoman todas las expresiones de la corrupción más desenfrenada.
Escándalos como el caso del ministro Enrique Cornejo quien cuando fuera titular de Vivienda contrató con entidades de cuyos directorios era miembro; la venta a precios irrisorios de los terrenos de Collique y el desabastecimiento del aeropuerto civil de la zona en provecho de inversionistas chilenos; la desenfrenada comercialización de futbolistas vendidos como si fueran simple mercancía; el caso del traficante de tierras, Germán Cárdenas León, coludido con altas autoridades del régimen; la liberación de integrantes de peligrosas bandas de secuestradores; el funcionamiento de estructuras vinculadas al sicariato internacional y encargadas de la eliminación de personas; el reconocimiento parlamentario a Magaly Medina, condenada por diversos delitos contra la sociedad; la escandalosa aprobación de la Ley de Aguas y, finalmente, el reingreso al escenario político -en el Año del Búfalo- de Agustín Mantilla Campos gracias a sus declaraciones a través de las cuales amenaza revelar los entretelones de sus oscuros vínculos con la Mafia Fujimorista; son todas expresiones de un mismo rumbo.
Y no tienen más propósito que desmoralizar al conjunto de la sociedad afirmando la idea de que aquí, todo es posible, todo puede ocurrir, y nada debiera sorprender.
Cuando la gente se habitúe a esa idea, entonces el régimen indultará a Fujimori dejando en la impunidad los alevosos crímenes de su administración.
Así podrá confirmarse aquello de que en el Perú, la impunidad galopa.
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