ALLENDE Y NUESTROS PUEBLOS by Gustavo Espinoza M. Thursday, Jul. 03, 2008 at 9:53 AM
La noche del mièrcoles 2 de julio, en la Casa Mariátegui, tuvo lugar un emotivo homenaje a Salvador Allende. En el inicio del evento, organzado por los Amigos de Mariátegui fueron dichas estas palabras. Luego, el ex parlamentario Manuel Lajo, quien viviò en Chile aquellos años, entregò su testomonio personal. Despuès, un interesante debate permitió un análisis de la coyuntura latinoamericana de la época. ALLENDE Y NUESTROS PUEBLOS
Por GUSTAVO ESPINOZA M. (*)
El 4 de septiembre de 1970, la alianza de las fuerzas progresistas de Chile derrotó espectacularmente al reducto derechista y a los sectores centristas liderados por la Democracia Cristiana. Al frente de esa victoria, estuvo Salvador Allende Gossens, quien pasara a la historia como el heroico Presidente de ese país. A él lo recordamos esta noche con motivo del centenario de su nacimiento, reflexionando en torno a las luchas y a las aspiraciones de nuestros pueblos.
Nacido en Valparaíso, el 26 de junio de 1908, lo traemos a la memoria para extraer de su vida y de la historia, experiencias que puedan ser útiles en las batallas de clase que nos esperan.
Hay quienes, en los días recientes han evocado el hecho que en sus primeros diez años de vida, Salvador Allende vivió en Tacna, pero estuvo siempre ligado a la suerte del país del Mapocho, por el que finalmente ofrendó su vida en homenaje a su pueblo en su momento acosado y aplastado por la dictadura fascista que se instaurara allí desde 1973, y que durará 17 años dejando una dolorosa estela de muerte y violencia.
Salvador Allende, ya el político, vino al Perú en diversas circunstancias. Pero nos interesa evocarlo ahora en dos de ellas, porque coincidieron con acontecimientos liminares de nuestra historia.
En 1962, en efecto, estuvo aquí convocado por la Internacional Socialista en representación de su Partido, integrante de ese conglomerado por cierto heterogéneo de fuerzas que buscaban abrir paso a una alternativa distinta al obsoleto modelo de dominación capitalista.
Invitado a participar en un acto en el que debió intervenir también -como orador de fondo- Víctor Raúl Haya de la Torre- Allende lo hizo de manera tan diestra y clara, que la multitud lo aclamó entusiasta. El fundador del APRA quedó tan desdibujado que no llegó a leer nunca el discurso que tenía preparado. Apenas balbuceó algunas palabras de despedida, que mostraron su desconcierto y apatía, su medrosa inconstancia.
Como lo anotara un crítico de la época, Haya dijo más con su silencio, que con sus palabras. Y Salvador Allende abrió un camino de luz que algunos años más tarde, dio frutos en Chile.
Ya en la Jefatura del Estado, y como Presidente del Gobierno de la Unidad Popular, Salvador Allende vino al Perú el 1 de septiembre de 1971.
Es buen evocar la circunstancia, y el escenario que rodeó su presencia entre nosotros, así como la estela que dejó en el pueblo peruano y nuestros gobernantes de entonces.
En esa coyuntura -como se recuerda- el Perú vivía un periodo de cambios profundos.
El gobierno del general Juan Velasco Alvarado había emprendido transformaciones radicales en diversas áreas de la vida peruana: había expulsado a la Internacional Petróleum Company, y recuperado para el país los yacimientos de La Brea y Pariñas.
Esto, que ocurrió en octubre de 1968 a pocos días de establecido el Gobierno de la Fuerza Armada, cambió el rostro del Perú, engañado hasta ese entonces por camarillas tradicionales digitadas por una oligarquía envilecida y en derrota. Pero, además, abrió la perspectiva para cambios mayores, el más trascendente de los cuales fue sin duda la reforma agraria impulsada a partir del 24 de junio de 1969.
Paralelamente, el Perú abrió su comercio exterior hacia el entonces existente Campo Socialista, y la ayuda material y política de países hermanos, comenzó a fluir, vigorosa y constante.
Un aciago acontecimiento: el terremoto del 31 de mayo de 1970 aligeró las ofertas solidarias en respaldo a un pueblo que necesitaba la mano amiga de todos los confines de la tierra.
Aun se recuerda que, en esa circunstancia, el primer avión con ayuda que arribó a nuestra tierra provino de Cuba, enviado por su gobierno y su pueblo. El segundo, procedía de Chile.
Salvador Allende, médico y hombre, ciudadano y político, revolucionario a carta cabal, comprendió por la dolorosa experiencia de su propio país asolado en forma constante por catástrofes naturales, la importancia de la mano tendida. Y eso permitió que se consolidara un vínculo de solidaridad que facilitó su arribo al Perú poco más tarde.
Cuando a mediados de agosto de 1971 se oficializó la visita a nuestro país de Salvador Allende, la derecha más reaccionaria la objetó de inmediato. Lo hizo en razón del mensaje socialista que traería el mandatario, pero también removiendo sinuosos escombros de la historia. Como nunca antes, en la ocasión recordó los aciagos acontecimientos de 1879 y declaró a Chile un país enemigo liderado -para peor- por un Presidente Marxista.
Ese fue el tono que se dio al arribo del Jefe de Estado de Chile No faltaron, por cierto, tampoco quienes posiciones ultra revolucionarias hicieron el juego a esa prédica de odio, arguyendo la lucha contra un supuesto "reformista". Hoy también ellos rinden homenaje a su memoria.
Así, como ocurrió en otras etapas de nuestra historia, unos y otros se dieron la mano para deslucir la circunstancia y promovieron hasta huelgas y paros -e incluso movilizaciones de protesta- arguyendo que había que enfrentar al "Chile agresor".
Salvador Allende jamás encarnó a ningún Chile agresor. Su mensaje fue el que empaparon con su sangre obreros pampinos peruanos, bolivianos y chilenos en la Escuela de Santa María de Iquique en diciembre de 1907; el que enarbolaran los patriarcas del socialismo chileno, Luis Emilio Recabárren y Elías Lafferte, el que reflejara los sentimientos de integración solidaria que siempre debieron primar entre pueblos y países de nuestra región. Por eso la derecha más reaccionaria fracasó en el intento, y la visita de Allende fue un éxito apoteósico para ambos países y una bofetada formidable en el rostro del Imperio.
Luego de permanecer unos días entre nosotros, Allende volvió a su trinchera de combate.. Allí prosiguió su lucha llamando a la solidaridad del mundo con su gobierno y su pueblo. Y en el Perú -donde resonaron sus palabras de cordial amistad- el apoyo a su causa también se hizo carne y sangre de nuestro pueblo.
Por eso, cuando el 11 de septiembre de 1973 cayó su gobierno aplastado por la bota asesina del fascismo y el mismo fue conducido a la muerte, los trabajadores peruanos le expresaron su identificación más definida.
Hoy, al conmemorase el centenario de su nacimiento, lo evocamos entonces no sólo con entrañable cariño, sino también con la más plena identificación.
El mensaje de unidad y de lucha, de transparencia y de dignidad que nos legara, hace carne en los pueblos de América Latina y se alza ahora con nuevas experiencias que amagan la fuerza del Imperio.
Por eso esta noche, el rendirle homenaje, recordamos las palabras premonitorias de Juan Velasco Alvarado, pronunciadas el 1 de septiembre de 1971: "Nuestros pueblos -dijo- hoy viven una experiencia comparable y enfrentan problemas similares. Tengamos la certeza de que habremos de prevalecer, porque las causas de justicia son siempre victoriosas cuando quienes las encarnan y defienden saben estar a la altura de la historia y de los pueblos".
Conceptos que conservan una inmensa actualidad, porque los retos que hoy afrontamos, son similares, y nuestros ideales los encarnan todos quienes -como quería Mariátegui- aspiran a construir un Mundo Nuevo.
Lima, 2 de julio del 2008
(*) Secretario General de la Asociación Amigos de Mariategui. Homenaje a Salvador Allende. Casa Mariátegui. Miércoles 2 de julio del 2008
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